
La historia de Estados Unidos tiene la costumbre de repetirse, pero con distinto rostro en la mira.
Hubo un tiempo en que el enemigo era el afroamericano. Otro, el irlandés. Luego, los asiáticos. Hoy, el enemigo público número uno tiene nombre latino, piel mestiza y trabaja más de lo que duerme. Las redadas del ICE no son solo operativos migratorios. Son espectáculos políticos.
Son una advertencia. Son, en el fondo, la repetición disfrazada de la vieja guerra civil: aquella donde el sur blanco defendía su modo de vida ante lo que sentía como una amenaza. Hoy, esa amenaza no es el fin de la esclavitud, es el avance de los inmigrantes.
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